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QUICHE DE ESPÁRRAGOS Y BACON

Me encantan este tipo de recetas porque son muy completas y están deliciosas. Las quiches tienen su truco, hasta que lo pillas... Aunque es verdad que cada vez me salen de una manera. Esta es muy fácil de realizar. Yo suelo hacerlas con masa de hojaldre, pero la original es con masa quebrada.



Ingredientes para 2 personas:

- Una placa de hojaldre congelada, o masa quebrada (la de las empanadillas)
- 3-4 lonchas de queso
- 6-8 espárragos trigueros medianos
- 1/2 tarrina de bacon ahumado
- 1/2 cebolla mediana
- 2 huevos
- 1 vasito de leche
- Aceite y sal

Para que la masa quede mejor, lo primero que hago es hornearla ligeramente, pero sin dejar que suba. Hay que pincharla con un tenedor antes de meterla al horno. Yo la preparo en un molde cuadrado, pero se puede hacer en cualquiera. Hay que controlar bien para que no se hornee demasiado. Mientras tanto, se prepara la mezcla en una sartén. Primero se sofríe la cebolla, después los espárragos y por último el bacon. Simplemente se rehoga un poco para que no quede muy crudo, en el horno se termina de cocinar. En un bol batimos los dos huevos con la leche, echamos sal y si queremos un poco de pimienta o alguna hierba. Se saca el hojaldre medio cocinado del horno y en la base se colocan las lonchas de queso, luego se vierte el sofrito de espárrago y bacon, y se reparte bien por toda la superficie. Después vertemos el huevo y con ayuda de un tenedor repartimos para que quede uniforme. Por último se hornea a 200º por unos 20-30 minutos, hasta que la masa termine de subir y la superficie quede dorada. ¡Está buenísimo!

DAYS OF HEAVEN, TERRENCE MALICK, 1976



Uno de los aspectos más destacables de esta fotografía son sin suda las tonalidades rojas y naranjas que dominan en la mayoría de planos, los atardeceres eternos y paisajes en general, los campos de trigo inmensos y de un color terrenal que llevan a la serenidad. La principal característica en cuanto a iluminación es que Almendros, con el beneplácito de Terrence Malick, intentó evitar, en la medida de lo posible, la luz artificial.

Malick es un director que otorga mucha importancia a la imagen y tiene ciertos conocimientos de fotografía. Por este motivo congenió rápidamente con Almendros en esta película. Malick le dio mucha libertad y le apoyó respecto a depurar la fotografía de los efectos artificiosos del cine de estudio hollywoodiense, y buscar una iluminación natural en todos los planos. Almendros se ha inspirado a menudo durante su carrera en emular a los fotógrafos del cine mudo, que se valían casi siempre de la luz natural, como Griffith o Chaplin. Esta película es de época, por tanto, Almendros quiso evitar una iluminación que no fuera coherente con la historia.

Para los exteriores día en contraluz, lo que se hacía en la época era exponer el cielo y rellenar las sombras con reflectores, de forma que todo quedaba iluminado, y las siluetas de las personas se recortaban con el sol detrás pero permanecían totalmente reconocibles. Malick y Almendros decidieron que no compensarían y midieron la exposición adecuada para los personajes, dejando los cielos algo sobreexpuestos y privados de color azul. Esto lo realizaron durante muchas escenas en toda la película. Suprimieron cualquier tipo de apoyo lumínico o de rebote para dejar totalmente la iluminación real del momento. Néstor Almendros también usó un filtro anaranjado para potenciar ese color en los exteriores, saturando así más el color de los trigales y el cielo naranja del atardecer.

En la película trabajaron varios operadores de cámara a las órdenes de Almendros. Por temas sindicales no estaba permitido que él mismo llevase la cámara, pero tuvo buen entendimiento con sus técnicos. Había un operador especializado en Panaglide, la steady-cam de Panavision, que se usó en muchos planos en exteriores, cuando había que seguir a los actores porque iban a improvisar, en secuencias dentro del agua, o en una de las últimas secuencias, cuando se incendian los trigales, para poder rodar tomas muy cercanas al fuego, entre las llamas. Pero la cámara que se usó durante el rodaje fue una novedad de la época, la Panaflex, ligera e insonorizada con respecto a las anteriores. Se utilizaron unos objetivos super-pana-speed de gran apertura.

En los exteriores noche, Almendros quiso ser fiel al máximo a la realidad de la época, iluminando únicamente con la luz del fuego. Para el caso de los primeros planos, se usaron botellas de gas propano, que daban exactamente la misma temperatura de color e intensidad que las hogueras de los planos generales. Del mismo modo la secuencia del incendio fue rodada con la propia luz del fuego, sin compensar nada, por eso los personajes aparecen recortados en silueta. Se usaron linternas de petróleo con un sistema eléctrico con una bombilla, para esa misma secuencia.

En el resto de secuencias rodadas en exteriores, la gran mayoría son del atardecer, o “hora mágica” según Malick. El tiempo de grabación era apenas de 20 minutos, donde los colores iban cambiando rápidamente y se consiguieron atmósferas mágicas y únicas cada vez. Quitaron el filtro naranja para poder plasmar la intensidad de los azules y morados. Posteriormente tuvieron que forzar el negativo en el revelado, para conseguir así más luminosidad, aumentando la sensibilidad a 200 ASA, o 400 ASA en casos más extremos. Gracias a los objetivos tan luminosos y a las grandes aperturas de diafragma pudieron hacer esto.


La historia transcurre prácticamente en los campos de trigo y en la mansión del propietario de las tierras, junto con las mediaciones y las casetas de los trabajadores. En lugar de construir decorados en estudio, muy alejados de los deseos de Malick y Almendros, construyeron allí mismo la mansión, con todas sus paredes y todas sus estancias, como si fuera una casa auténtica de la época. Las habitaciones son reales, con sus cuatro paredes y los planos se rodaron montando el equipo de cámara en el espacio disponible. Los interiores día se rodaron totalmente con la luz natural que entraba por las ventanas; nada de luz de estudio, como mucho, algún panel blanco para rebotar la luz, o las mismas cortinas de atrezzo como difusor. Para los interiores noche se usaron lámparas de aceite típicas de la época, con bombillas en su interior para conseguir un poco más de intensidad, y alguna luz de relleno muy suave. Esta película le valió el Oscar a la mejor fotografía para Néstor Almendros en 1978, y supuso su arranque definitivo en el cine profesional. 

Otro día hablaré de mansiones en el cine...

NÉSTOR ALMENDROS


François Truffaut consideraba a Néstor Almendros uno de los mejores directores de fotografía del mundo. Según sus palabras: “Néstor Almendros es consciente de ejercer un arte al tiempo que practica un oficio”. Su mayor interés era lograr plasmar la realidad al detalle en sus películas a través de una fotografía funcional y bella. El encuadre también era un aspecto importante en su trabajo, pues se educó en el cine a partir de las artes pictóricas sobre todo. Como dice en su libro Días de cámara: “Para mí las principales cualidades de un director de fotografía son la sensibilidad plástica y una sólida cultura. Lo que llaman "técnica cinematográfica" no posee más que un valor secundario: es cuestión, sobre todo, de ayudantes”.


Almendros aprendió del cine viendo a los neorrealistas italianos y a los franceses de la nouvelle vague. También de otros maestros como Murnau, Lang, Mizoguchi, Kurosawa, o Buñuel. Admiraba a directores de fotografía como G.R. Aldo (Senso, Umberto D.), Rudolph Maté (Gilda, Vampyr) o Gregg Toland (Ciudadano Kane, Las uvas de la ira). Ambas escuelas, la francesa y la italiana, supusieron una ruptura con el cine clásico de los estudios de Hollywood con respecto a muchos aspectos de una película, como la dirección, el guión, y obviamente la fotografía. La causa principal era el deseo de romper con lo establecido y renovar la imagen, ahora que se había impuesto el color, y por ende, no se podían aplicar las mismas fórmulas que para el blanco y negro. Otro motivo importante fueron los bajos presupuestos de que disponía este nuevo cine. Era complicado acceder a un estudio y fabricar platós, por lo que la mayoría de películas debían rodarse en escenarios naturales, con techos, o en exteriores. Por tanto, las luces ya no se podían colocar desde arriba, como en los platós del cine de Hollywood, donde se conseguían muchos contrastes irreales, los rostros estaban perfectamente iluminados por chorros de luz que venían de arriba, y cada elemento importante disponía de su propia iluminación. Al tener que trabajar en espacios naturales con techos, hubo que innovar, diseñar otras formas. Las luces comenzaron a ser reflejadas en techos y paredes, en lugar de dirigirse directamente sobre actores y decorados. El resultado era una luz mucho más tenue, con sombras suaves, una luz uniforme y muy diferente del aspecto del cine clásico; un aspecto mucho más acercado a la realidad, donde la fuente de luz suele ser sólo una, o dos. Almendros era un fiel discípulo de esta tendencia, utilizar una fuente de luz principal, y algún relleno o luz de fondo para suavizar las sombras. Una luz realista y funcional, que él consideraba bella.

Néstor Almendros trabajó asiduamente con François Truffaut y Eric Rohmer en su etapa francesa, durante los primeros años de los 60. Pero desde su regreso a Cuba por segunda vez, en 1959, trabajó en La Habana, después en Francia, y también en Estados Unidos. En este análisis voy a destacar algunos de sus trabajos más importantes, bien por gusto personal, o por la relevancia y novedad que significaron con respecto a la fotografía, basándome en el libro que él mismo escribió, llamado Días de una cámara.